PRIMERA PARTE: ESCONDIDA ENTRE MENTIRAS

PRIMERA PARTE: ESCONDIDA ENTRE MENTIRAS

El 53.7% de las adolescentes violadas ha sido por una persona de sexo varón que pertenecía a su familia.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Capítulo 4: Daniel

    Amaia, ¿por qué no has ido a comer? Preguntó Carol.
   No… no tenía hambre ¡cualquiera tendría un mínimo de apetito su hubiera visto lo que yo vi!

Hubo un breve silencio, hasta que Carol preguntó:

   ¿Te pasa algo? Se sentó a mi lado. ¡Estás pálida! ¿No habrás visto al Sr. Gutiérrez desnudo, verdad? Bromeó.

El Sr. Gutiérrez fue nuestro profesor de literatura y no era precisamente de buen ver además de ser rotundamente insoportable.
   Llevaba el pelo lleno de gomina ¿o era la grasa del propio cabello?; pegado al nacimiento del mismo; Usaba gafas antiguas y torcidas, y la graduación de estas era tanta que el cristal podía llegar a medirle centímetro y medio de grosor; Vestía con un jersey de lana color pistacho horrible y gastado junto a unos pantalones “cagados” y unas botas de militar dos tallas más grandes, en un intento fallido de ir a la moda.
   Según escuché decían que iba todo el año con la misma ropa.
   <<Asqueroso>>, pensé nada más oírlo.

   No tiene ninguna gracia contesté asqueada.

Esperé unos minutos antes de volver a hablar, escogiendo las palabras adecuadas.

   Es sólo que… Bueno… No podía decírselo ¿Y si Frederick despedía a Clara? No quería que echaran a nadie por mi culpa.
    Amaia, ve al grano dijo con expresión seria. No se lo diré a nadie, te lo prometo.

Aunque llevara sólo un día y medio en aquel horror de orfanato, y casi no conocía a Carol, era la primera vez que la veía tan seria.
   La miré dubitativa y contesté:

   Vale suspiré, te lo diré. Es… que he visto a Clara intimando con alguien.
   Siento que hayas visto eso dijo nada más que terminé la frase. La miré extrañada, y esta continuó.   Clara se tira todo lo que se mueve: Profesores, alumnos… Pero eso sí, nunca repite. Juega con los hombres como un niño pequeño con un juguete nuevo. Se divierte un rato con él pero luego se olvida de que existe. En resumen: como una furcia que lo hace sólo por placer, no por necesidad.
   Va…vaya me quedé anonadada, impresionada. Esto animaba mi suposición sobre la actitud y personalidad de Clara.
   Porque no nos dejan tener animales siguió hablando que sino también se los tiraría comentó con cierto tono sarcástico y una amplia sonrisa burlona.

Empecé a reírme como una loca. Me venía muy bien una sesión de riso terapia como esta. Desde tiempos inmemorables no lo hacía de esa manera.

Carol sería tímida, pero cuando la conoces es una chica simpática y muy divertida. Justo la clase de persona que necesitaba a mi lado.

   ¿Viste quién era el nuevo “ligue” de Clara? Preguntó con un tono burlón.
   La verdad es que no. No fui capaz de verle la cara: No lo hubiese soportado si hubiera sido así ambas volvimos a reír.

Hubo un minuto de silencio, hasta que le pregunté algo extrañada:

   Pero, ¿aquí dejan tener relaciones sexuales?
   Si. Pero claro, el centro no se hace cargo de los problemas al respecto de este tema. Como por ejemplo, quedarte embarazada. Echan de aquí tanto a la chica como al chico, sin compasión. Sin importarles los problemas que puedan tener con la justicia.

No pude creer lo que me dijo. Se permitían tener relaciones íntimas dentro del orfanato, pero éste no se hacía cargo de los problemas, si surgía alguno. ¿No sería mejor prohibir ese acto y ya está?
   Se lo planteé a Carol y esta me respondió:

   Yo también me pregunto lo mismo. Aunque bueno, nunca ha pasado. El director por lo menos se toma la modestia de poner la precaución necesaria en cada habitación suspiró. Bueno… ¿vamos a la biblioteca?

Asentí. Cogí los apuntes y la seguí.
   << De lo malo, malo al menos hace algo al respecto >>, pensé.

La biblioteca era enorme, de color madera; Las estanterías llegaban desde el suelo al techo, y cada estante estaba lleno de libros, casi no entraban en ellas. Aunque para mí no era ningún problema, me encantaba leer. Es como una televisión en tu cabeza, y lo mejor es que los personajes, los lugares donde suceden las acciones… etc., te lo imaginas tu mismo; Las mesas se encontraban muy bien distribuidas por toda la sala. En cada una de ellas había una lámpara que llegaba de un extremo a otro de la mesa.

Carol y yo nos sentamos en una de las mesas del fondo, separadas de la mayoría de personas.
***
Me acerco a ella. La saludo. Una sonrisa. Nervios fingidos. Ojos fijos en los suyos y… ¡bingo! En el bote.
   Tirado. Igual que siempre. Nada cambiaba.
***
Mientras hacia los ejercicios de matemáticas con cierto esfuerzo para no hacerlos mal, Carol empezó a darme codazos y cuando levanté la cabeza para ver que quería angustiada debido a un problema; me dijo:

   Mira, Daniel te está mirando sonrió.
   ¿Quién es ese? Pregunté sorprendida.
   Es el de la mesa de al lado. El rubio. ¿Lo ves?

Si, le veía. Era la persona más hermosa que había visto: Sus ojos eran tan azules como el inmenso mar unido al gran cielo azul de un día despejado; Sus cabellos eran lacios y dorados, semejantes a la suave seda; Sus labios parecían tiernos como el algodón de azúcar; Su nariz era recta y sus pómulos fuertes y duros, pero tenía cierto parecido a un niño pequeño.
   Me puse nerviosa. Desconocía lo que debía hacer o decir.
   Opté por continuar callada, simplemente quedé mirándole embobada con cierto disimulo, hasta que Carol me dio otro codazo y me preguntó mirando hacia otro lado, evitando sonreír:

   ¿Qué te parece?
   No… no me está mirando… Seguramente te esté observando a ti, sería lo más razonable dije deseando que mis palabras no fueran ciertas y bajando a la vez la mirada para que no viera el tono sonrosado de mi piel en esos momentos.
   ¿A mí? ¡Pero qué dices, te está mirando a ti! Carol me miró de reojo y volvió a preguntar. ¿Qué te parece?
   No es para tanto…
   ¿Qué no es para tanto? ¿Tú le has visto bien? Rubio, ojos azules… El príncipe azul de toda mujer – paró un momento y luego siguió. Calla que viene.

Muy difícil sería callarse cuando no has hablado nada. Cambiando de tema, no hacía falta que lo jurara. Era lo más parecido a un ángel caído del cielo dispuesto a rescatarme de este maldito lugar y llevarme a un sitio mejor. Un sitio donde sólo estaríamos él y yo, y nadie más. El paraíso.
   Pero claro, eso nunca sucedería. Únicamente eran ensoñaciones mías que difícilmente se cumplirían.

   Hola, chicas nos saludó Daniel apoyando sus manos en el extremo de la mesa.

Carol no mintió. Se había acercado a nosotras. Él. Aguanté las ganas de gritar lo feliz que estaba al mundo entero.
   Estaba sacando las cosas de quicio, lo sabía. También sabía que le estaba idealizando, creando al chico que deseaba para mí cuando seguro que no fuese así. Me daba igual.

   Ho… hola tartamudeó Carol.

La voz de Daniel parecía música. Una melodía hermosa. El tipo de canción que escuchas una y otra vez sin cansarte; Dulce… Suave… Melodiosa…

   Hola le saludé bastante nerviosa.
   Soy Daniel. Tú debes de ser la nueva comentó con una sonrisa que enseñaba sus rectos y blancos dientes.

¿Por qué me lo preguntaban si ya lo sabían? Es algo que nunca llegué a comprender del todo.

   Sí, soy Amaia.

El corazón me latía a mil por hora. Pensaba que se me iba a salir del pecho en ese mismo instante o peor aún y opción más posible, que mis palpitaciones se oyeran por toda la sala.

   Encantado de haberte conocido, Amaia. Bueno, os dejo seguir estudiando… Ya hablaremos en otro momento se despidió mirándome con sus penetrantes ojos azules. Asentí con lentitud.

Cuando volvió a su mesa me acordé de respirar y al mismo tiempo Carol me dijo:

   Le gustas encorvó sus labios para formar una sonrisa de oreja a oreja.

Con esas dos palabras me había dado los motivos suficientes para creer que teníamos futuro y para comenzar a crear películas dentro de mi cabeza.

   No le gusto… Que va… dije avergonzada, volviendo a bajar la cabeza.
   Si. Nunca le había visto tan nervioso hablando con una chica. Normalmente está seguro de sí mismo.

Parecía tan segura… que hasta llegué a creérmelo.

   Yo no lo creo así… me excusé, mirando a Daniel de reojo.

La primera fase la superé. En ese momento estaba entrando en la segunda: La desesperación.
***
Era imposible que fuese ella. No podía ser… Se le parecía tanto…
   Puede que fuesen las inmensas ganas de volverla a ver, o puede que no. No tenía ni idea, pero lo que si sabía era que era casi tan hermosa como ella: La misma mirada, la misma sonrisa que puede hacer sonreír a cualquiera… El mismo todo.
   No puede hacerlo. A Amaia no.