PRIMERA PARTE: ESCONDIDA ENTRE MENTIRAS

PRIMERA PARTE: ESCONDIDA ENTRE MENTIRAS

El 53.7% de las adolescentes violadas ha sido por una persona de sexo varón que pertenecía a su familia.

viernes, 29 de octubre de 2010

Capítulo 3: Mi primer día

Me desperté con los ojos lagañosos. Tenía la sensación de que sólo habían pasado un par de minutos desde la última vez que vi la luz mortecina del anochecer.
   Acto seguido de haberme puesto en pie, fui a ducharme.
   El agua estaba fría, pero me venía bien. Necesitaba despejarme después de todo lo que había pasado; Resbalaba por mi cuerpo desnudo de forma relajante. Era como estar dormida en un mar de nubes blancas y esponjosas. Volar por encima de ellas como si no hubiese mañana. Cuando acabé, después de un rato largo, volví a mi habitación para prepararme e irme a desayunar. Tenía bastante hambre, ya que el día anterior no pude pegar bocado.
   De repente el móvil empezó a sonar. No solía tener muchas llamadas por lo que esta me alteró. Lo cogí, pero cuando iba a preguntar quién era ya había colgado.
***
   Está asustada. Todo va según lo previsto.

Asentí.
   Ya quedaba poco, muy poco. Sólo tenía que aguantar un poco más y todo terminaría.

   Ya sabes lo que tienes que hacer, ¿verdad?
   Sí, señor. ¿A caso lo dudaba? Dije con un tono de voz carente de expresión.
   Nunca lo he hecho dijo con una sonrisa malévola que pondría los pelos de punta a cualquiera que la viese.

¿Quién sería esa tal Amaia? Aquella era la pregunta que tenía en mente desde hacía tiempo… Tarde o temprano lo descubriría. No me quedaba otro remedio.
   Sinceramente, esa chica me daba pena. No sabía lo que le esperaba. Y lo peor de todo es que formaría parte de ello. Otra vez.
***
Me temblaban las manos, lo que produjo que se me cayera el móvil al suelo produciendo un estruendo que hubiera despertado a cualquiera; creía que era Arturo, ya que Darío me dijo que tendría que testificar contra él dentro de dos meses.

Me vestí lo más rápido posible y me dirigí al comedor. Era una sala inmensa con un gran número de mesas en ella. En él había una señora bastante mayor desfigurada detrás del mostrador lleno a rebosar de comida de toda clase, donde servía a los “alumnos” llamados vulgarmente. Porque en un orfanato son de todo, es decir, sirvientes, okupas, marginados de la sociedad… Todo, menos alumnos; Cada una de las mesas estaban llenas. Todas, menos una que estaba completamente vacía.
   Mientras me dirigía hacia ella las personas de mí alrededor comenzaron a mirarme. ¿Qué pasaba? ¿Por qué me miraban? ¿Había olvidado ponerme alguna prenda? ¿Tenía el pelo mal? Me peine y coloqué la ropa disimuladamente y por el rabillo del ojo observé que no me faltaba ninguna prenda. Estaba bien. Entonces… ¿por qué no dejaban de mirarme? ¿Lo hacían porque era la nueva y causaba expectación? Seguro que sería por eso. No había, o más bien no encontraba otra explicación.

Me senté.
   Mientras comía apareció una chica enfrente de mí: Su pelo era castaño y lo llevaba recogido con una goma; Las gafas que poseía le resaltaban el color marrón, casi negro de sus ojos; Su expresión era tímida e iba encorvada, como u pensara que cada una de las personas que se encontraban en el establecimiento la miraran o se burlaran de ella.
   Se acercó un poco más y me preguntó:

   Pu… ¿puedo sentarme? Preguntó con tono de voz bajo.
   ¿Eh? ¡Ah, claro! Si, si contesté sobresaltándome sin saber por qué.
   Me llamo Carol. ¿Tú debes de ser la nueva, no? Preguntó después de un largo e incómodo silencio.
   Sí, soy Amaia. Encantada me presenté alargando la mano para estrechársela. Pero ella no hizo nada. Yo la retiré en intervalos cortos, sin comprender del todo porque no me la había estrechado.

El silencio continuó, hasta que volvió a preguntar:

   ¿En qué curso estás?
   En la de 1º Bachiller le respondí mirando mi tazón de leche.
   ¿En serio? Igual que yo dijo esbozando una pequeña sonrisa, casi imperceptible, con los ojos ligeramente cerrados.
   Es un alivio ir a clase con alguien a quien conozco… más o menos di un sorbo al tazón de leche.
   ¿De verdad te alegras de conocerme? Preguntó algo extrañada y con cierto tono de incomprensión.
   ¿Por qué no debería? Eres la única que por ahora, se ha dignado a hablarme.
   Porque soy digamos… la marginada de éste sitio. Nadie quiere estar cerca de mí, y mucho menos ser mis amigos. Algo que no llego a comprender, porque todos en este lugar somos igual de infelices respondió cabizbaja, disminuyendo el volumen de su voz a medida que hablaba.

Me parece increíble que la gente pudiera llegar a ser tan estúpida y creída. Anteponer su estatus a una persona con la que tendrían que convivir hasta su marcha. Es patético.

   Yo seré tu amiga dije sonriente. Nadie volverá a meterse contigo. No te preocupes le guiñé un ojo.

Un minuto más tarde sonó el timbre que señalaba el comienzo de las clases.
   <<El inicio de mi tortura>>, pensé.

   Será mejor que nos vayamos yendo continué. ¿Podrías decirme dónde está nuestra clase?
   ¡Claro, sígueme! Me respondió de pronto sonriente.

Le alegró saber que ya no estaría sola, que tendría a alguien a su lado para lo bueno y para lo malo.

Al llegar a clase me senté al lado de Carol, como era de esperar.
   Ella fue quien me dejó los libros y los apuntes de todo el segundo trimestre, que no eran pocos; Eran un cúmulo de hojas impresionantes, que seguramente no podría estudiar en el plazo previsto.
   Les o más bien, nos tenían como a máquinas que se les puede meter cualquier información y esperar que rindan al nivel esperado. Pero el kit de la cuestión es que somos personas, no objetos.

En la hora de literatura me fijé en la clase ya que el profesor en vez de explicar nos contaba su vida, aburriéndonos a los presentes soberanamente. Era bastante grande y en ella seríamos treinta alumnos. Las paredes eran de un verde claro; En el lado izquierdo de la clase se encontraban cinco ventanas que no servían de mucho debido a que pasaba igualmente el frío o el calor, dependiendo de la época; Al fondo había un corcho que ocupaba toda la pared. En él había trabajos hecho con cartulina, posters… y las fotos de cada uno de los alumnos con algo característico suyo, es decir, valiente, cariñoso, bondadoso…; Enfrente del mismo, pasando las mesas del alumnado, estaba la del profesor y detrás de ella el encerado.

Al finalizar la última hora de Carol y yo nos dirigimos cada una a nuestras respectivas habitaciones para dejar el material escolar y descansar algo antes de la hora de comer.
   De camino, oí unos ruidos muy extraños. Eran de una mujer. Y otros, que se oían menos, de hombre. Como siempre, me imaginé lo peor. Aunque intenté convencerme a mi misma de que sería imposible.
   Me acerqué un poco al lugar de los hechos, por llamarlo de alguna manera. La puerta estaba entreabierta; La mujer que prefería aquellos gemidos era… ¡Clara! Estaba practicando el sexo con un hombre al que no le pude ver la cara; No me lo podía creer… ¿Clara?
   Resultaba repugnante ver semejante escena. Además, ¿no estaba prohibido hacer el amor dentro del centro, y más en horas de trabajo? Comprendía que tuviera su vida social y sus necesidades como adulta, pero se encontraba en un lugar lleno de niños pequeños y de adolescentes con las hormonas alteradas. Éste era un gran ejemplo de poca responsabilidad y de que no es lo que parecer a simple vista: “Una buena chica”.

Me encontraba en tal estado de shock y parálisis que se me cayeron los libros al suelo, produciendo un ruido ensordecedor. Aunque, por suerte para mí, no lo oyeron.
   <<Normal, con el estruendo que producían…>>, pensé.
   Me extrañaba que nadie más les hubiera visto u oído… O ambas cosas, como me pasó a mí.
   Recogí el material teniendo en el suelo lo más deprisa que pude y me fui corriendo hacia mi habitación, aún trastornada por aquella escena.

1 comentario:

  1. Esta muy bien la historia. Te sigo:)

    http://loquesiemprequisecontartee.blogspot.com/

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